TAIWAN

¿IMPRESIONES SUBJETIVAS?

         Estas páginas se escribieron hace unos cinco años. Entonces compartía lo que me tenía aún delante de mis ojos y experimentaba en la realidad diaria. Desde que volví a España, en el verano del 2004, no hay día que pase sin que me acuerde de lo que he vivido allí. Sigo mostrando una reflexión crítica y a la vez de admiración hacia todo lo que he vivido. La parte crítica siempre surge ante lo distinto, lo que desconocemos, lo que llama nuestra atención y se diferencia de nuestro ser occidental. La admiración brota ante un pueblo que camina con un gran legado de la historia, de la cultura oriental y se empeña en construir para el futuro, en continuo equilibrio entre lo tradicional y la modernidad.
        Por lo tanto, ejemplos de esta actitud crítica a la que hacíamos referencia: De modo que una de las cosas que a un extranjero llama la atención cuando llega a Taiwan, cuando pasea por las calles de Taipei, cuando necesita acudir a una tienda para comprar algo, es el gran desorden que se encuentra. Desorden es el término correcto que define una realidad en la que todo está confundido y aleado, todo se mezcla como si tal cosa. Y esa mezcla es impresionante. Me admira la facilidad con la que los chinos pueden combinar todo, en poco espacio y sin ningún tipo de orden ni concierto.
         Las aceras de Taipei, la gran mayoría de las aceras, no guardan una armonía urbanística, ni una unidad o un orden estético. Cada comerciante la diseña según su gusto y necesidad. Así que para un occidental es llamativo que haya un trozo de color al lado de otro color, otra forma etc.
         Y en estas aceras uno se encuentra a gente vendiendo cosas rebajadas, y todo es rápido en estos comerciantes. De repente comienza la picaresca del rastreo policial. Es entonces cuando con una velocidad de vértigo, los comerciantes recogen sus pertenencias en un gran trozo de tela que termina siendo un enorme hatillo que depositan en un lugar más o menos oculto a la vista de la ley. Los policías se alejan de la escena y entonces se repite la acción en sentido contrario. El hatillo se desata dejando al descubierto una mercancía que siempre sorprende por su precio, aunque la gran mayoría de estos productos son de imitación, pura copia, algo en lo que a mi parecer, los chinos son expertos.
         También las aceras de Taipei son testigos de la limpieza y proceso de preparación de las verduras y las carnes de los "chiringuitos" o restaurantes del lugar. Así es, esta es sin duda una de las cosas que más sorprende al extranjero. Con facilidad uno se encuentra con fuentes de agua en las columnas o paredes de tiendas y portales. Estas fuentes tienen el cometido de ayudar en la limpieza de verduras y otros. Y la dueña del local o bien la encargada o encargado, se sientan allí, sobre unos banquitos pequeños, enanos, y proceden a limpiar todo ajenos al trasiego de los transeúntes.
         Las aceras de Taipei acogen puestos diversos de venta de alimentos, en general son carritos de metal, en los cuales se pueden fabricar los alimentos, se puede freír, calentar, cocer…Entre estos puestos ambulantes y la cantidad de Seven Eleven que hay alrededor de las calles, uno puede estar seguro que no pasará hambre en ningún momento del día. Es algo que impresiona. Es toda una contradicción desde mi punto de vista personal y subjetivo: los chinos amantes de la cocina, buenos cocineros, su cocina con fama mundial y sin embargo se conforman con comer cualquier cosa en cualquier momento, porque eso si, no había visto nunca antes una cultura como esta, todo el día están comiendo.
         Hablar de la comida china nos puede llevar a mencionar algo de la etiqueta y la educación en la mesa. Algo increíble como cierto. Es posible que debido a los años de sufrimiento y escasez en este país, el chino haya "evolucionado" rápida y vertiginosamente en adelantos técnicos, científicos, preparación intelectual, y otros, pero se produce un gran contraste entre este desarrollo y la evolución de los valores, algo que va en una gran desproporción. En la mesa, el chino come con la boca abierta y deja entrever la comida que se mueve entre los dientes y la lengua. Esto es inconcebible para un occidental. Preguntando al respecto, me comentaron precisamente esto: es un orgullo mostrar la comida hacia fuera, y lo es porque ahora hay cosas para comer, antes no. En la mesa, un chino toma sopa y hace un ruido extraordinario, también si come pasta, y cualquier tipo de fideo en general. ¿Es algo que forma parte de la educación? Es posible. En la mesa, un chino no usa la servilleta y se limpia, cuando lo hace, con la mano. Y en la mesa, un chino toma arroz en una taza y mezcla todos los alimentos, y a fin de conseguir el último grano de arroz que queda en el fondo de la taza se ayuda con los palillos y cuando éstos depositan el arroz en el borde de la taza, la persona "da un mordido" a la taza. Y hablando de palillos, como no se usa el cuchillo ni el tenedor, cuando hay que obtener un trozo de carne grande, o una pata de pollo y los palillos no tienen la fuerza para soportar el peso, la persona usa sus manos para adquirir la pieza a comer. Y toda la mano grasienta y sucia pero, no importa. Y cuando hay fruta para comer, fruta que tenga semilla, el chino las escupirá a la mesa, generalmente no se usan los platos, solo una taza en la que se mezcla todo. Y a veces, cuando el chino escupe, si lo hace con fuerza, uno puede esperar que "algo" le caiga encima. En la mesa un chino será el primero en servirse, y conseguirá las mejores cosas, porque eso también es parte de la educación familiar. Un día me comentaron al respecto que una madre le decía a su hijo pequeño que iba a comenzar el curso escolar a finales de agosto, iba por primera vez a la guardería, que cuando comiera, obtuviera las piezas más grandes, fuera lo que fuera, pescado, carne, fruta. Da la impresión de que son muy egoístas y maleducados. Otra cosa es si hay un extranjero entre ellos. El chino cuidará más sus modales y dejará que el extranjero se sirva primero. Pero también esto depende del nivel económico y cultural de los chinos. Mientras más sencilla sea la persona, más fácilmente conserva sus tradiciones culturales. Es como si esta persona viviera en un mundo profundo, cerrado, vetado al exterior, sin contacto con otros seres.
        En la mesa, un chino no tiene ningún reparo en eructar, en emitir cualquier tipo de gases. Pero esto no es solo en la mesa, en cualquier parte y en cualquier momento el chino puede eructar, puede dejar escapar sus gases por cualquier parte del cuerpo, sin consideración hacia la persona que tiene delante. Suelen producirse situaciones confusas y llenas de "bochorno" pero, estas situaciones son para el extranjero, el chino no se hace problema de ello.
         Sobre las aceras, algo que siempre me llamó la atención: los comerciantes suelen poner muestras de sus productos en las aceras, a la vista del público. Y nadie roba nada. Estoy segura que si esto sucediera en cualquier otro país, en España por ejemplo, las cosas desaparecerían de modo rápido.
        Pero junto a estos comentarios más críticos, un extranjero se admira y comprende la vida de un pueblo activo y trabajador, un pueblo que mantiene como primer valor su nivel económico. Es cierto que todos caminamos en la vida "movidos" por esos deseos ambiciosos de tener más y de ganar más dinero, pero siento que en contraste con la calidad de vida de Occidente, Taipei, deja mucho que desear. La vida se centra en lo material y en el dinero. El dinero es el centro de esta cultura. El objetivo de la familia es tener más dinero. Cuando uno se sube a un taxi, una de las primeras preguntas que el conductor hace es cuánto sueldo cobra al mes, cuando una persona fallece se le entierra con una moneda en la boca y se quema "papel moneda" simbolizando que en la otra vida no le falte el dinero, y los que asisten al funeral entregan a la familia un sobre blanco con dinero, cuando se celebra el Año Nuevo, la fiesta central Hong Bao, el sobre rojo con dinero, ante la imposibilidad de obtener un negocio o un acuerdo o una reconciliación de otro modo, todo se arregla con un Hong Bao un soborno bajo nuestra mentalidad occidental, pero que aquí resuelve muchos problemas. Tal vez por eso, para un occidental, un chino es avaro y tacaño, Pero, a la vez, uno se puede sorprender de que junto a esta impresión los chinos tengan una gran capacidad de ahorro.
        Frente a esta actitud de ahorro y trabajo, un occidental, en especial una persona que proceda de culturas mediterráneas, se puede llevar las manos a la cabeza en su deseo de lograr comprender este ritmo de vida tan rápido, centrado en la economía, en el dinero…y sin disfrutar de la vida, de los placeres que ésta nos ofrece. ¿Es otra filosofía de la vida? Sin duda alguna que lo es. Para un andaluz este ritmo de vida es vertiginoso, agotador y algo que no merece la pena experimentar frente a nuestros gustos por las "cosas buenas" que nos ofrece la vida: el placer de estar con los amigos, las tertulias, sobremesas, el buen vino, la siesta, el descanso, el pasarlo bien, la diversión, las vacaciones…Para un chino todo esto es "perder el tiempo", no es productivo, no hay eficacia en todo esto, no nos revierte en una cantidad económica.
         Tal vez sea por eso, por el deseo de tener más dinero, que eso no es sinónimo de "una mejor calidad de vida", que el chino es indiferente ante el valor de la casa, el lugar familiar. La casa está bien siempre si está en función del negocio que tenemos entre manos, nos ayuda a depositar nuestras mercancías y es un sitio donde dejar las cosas que nos van a ayudar a conseguir más dinero. La casa de un occidental es el lugar donde uno se siente en su mundo, llega a ella a descansar, a encontrarse con los suyos, a desconectar de todo lo exterior: el trabajo, la prisa de la vida etc. Por eso la mujer occidental invierte mucho tiempo en su cuidado: limpieza, orden, adornos, muebles…Eso no es así entre las chinas. Y es por el desorden del que hablábamos al comienzo. Paradójicamente este desorden tiene una razón de ser, es decir hay una motivación detrás de este desorden. Si bien la motivación es un tanto incomprensible para un occidental.
         Junto al desorden, la limpieza de una casa china, deja mucho que desear para un occidental. Es cultural que la casa se limpie al menos una vez al año, con la celebración del Año Nuevo Chino. Entonces si, entonces las familias enteras limpian todo, y hacen limpieza general y la casa se queda bien limpia. Pero el resto del año, eso no es así. Me llamó la atención algo relacionado con las costumbres del aseo en Taiwan, porque un occidental jamás limpiará la madera con agua, pero un chino si. En general, un occidental cuida su aspecto personal y sus cosas, su casa y otros, un chino no perderá mucho tiempo en esos menesteres. Y esto sorprende a un occidental que siempre expresará lo mismo: los chinos son sucios. Y no es que lo sean según el concepto de limpieza o suciedad que tenemos en Occidente, o sea, no se puede comparar. Son formas distintas, y valores distintos.
         Este desorden y concepto de limpieza tan distintos se puede percibir en general en todos los órdenes de la vida, en todos los ámbitos y estancias. Subir a un autobús, por ejemplo, es otra muestra del desorden y de la suciedad. En un autobús todo el mundo come, hay papeleras para depositar la basura y es desagradable viajar con esos aromas y olores. En contraste, el metro prohíbe cualquier consumición de bebida, alimentos, chicles y otros.
         También el desorden está en la forma de dejar bicicletas y motocicletas en las aceras de la ciudad. E incluso el desorden se puede observar en las mismas tiendas a la hora de comprar algo. Las tiendas suelen tener de todo pero encontrar lo que uno quiere es difícil porque todo está mezclado. Uno puede encontrar alimentos y ropa en la misma tienda.
         El desorden llega a las oficinas de correos y a cualquier otro sitio en el que haya que hacer fila para que a uno le atiendan. En general no se hacen filas y no hay un orden preestablecido. Menos mal que se está promoviendo todo el sistema de tomar un número desde un contador automático. Esto ha traído orden, entre otras cosas. Uno llega a una ventanilla de correos y se pone detrás de una persona que está siendo atendida. Pero un chino no. Un chino llega y desde atrás hace malabarismos para poner sus papeles en el mostrador y pasarlos al señor que está atendiendo. Le da igual si hay dos o tres personas en espera…Va a lo suyo.
         El desorden llega también a un tráfico caótico y tumultuoso. Un extranjero piensa que no hay normas, no hay señales, todas estas son imágenes bonitas al lado de la carretera, pero que no parecen servir de nada. El concepto de la ley parece que es abstracto para los chinos. Las prohibiciones se "saltan" a la primera de cambio, con dificultad se obedece o acata las normas. Es algo contradictorio ya que un chino, es amigo de la jerarquía y de los niveles y estratos, es algo muy cultural mantener las diferencias, y en el trato se percibe claramente que somos distintos, pero es impresionante que en el tráfico se mantenga ese "sue pien", a tu estilo, a tu manera, como guste. Cada uno parece conducir como quiere, las carreteras son testigos de continuas "eses" pues el coche se pasea con gran facilidad de un lado al otro de la calzada. Las motos y bicicletas se entremeten entre los vehículos y éstos van a lo suyo, a ganar en rapidez a costa de lo que sea. Los vehículos se pueden estacionar en plenas calles, en mitad de la calle con el consiguiente "paro" y "entorpecimiento" de la fluidez vial. Todo está permitido, es un universo libre en el que cada uno se defiende como pueda, y cada uno hace lo que quiere. No es extraño que se produzcan tantos accidentes, lo que siempre me sorprende es que éstos son pocos, si analizamos la cruda realidad de lo que ocurre, los accidentes son pocos.
         Y los peatones sufren las inclemencias de un tráfico pesado y conflictivo. No se respetan el paso de cebra, éstos parecen no existir, un adorno blanco sobre el asfalto, cuando hay asfalto liso y no agujeros. No se respetan los semáforos, y el pobre ciudadano de "a pie" cruza la calle cuando puede. Y como no hay aceras, los ciudadanos caminan por la carretera, con el consiguiente perjuicio para el tráfico, ya que los coches tienen que hacer filigranas para evitar atropellar a los transeúntes.
         Y cuando se produce un accidente, o cuando pasa algo en la vía pública, nadie se preocupa de lo que ha pasado, de que haya alguien tumbado en el suelo. Nadie va a echar una mano, nadie va a ayudar, ya que eso no tiene relación conmigo, "ken wo meio ghuanshi" Pero eso si, el chino estará al tanto de lo que pasa porque la curiosidad es una de las características de este pueblo. Lo saben todo, se enteran de todo. ¿Cómo es posible? Increíble y admirable.
         Una de las impresiones que conservaré para siempre es el sentimiento de ser extranjera en esta cultura. Definitivamente soy distinta por la altura, el color de la piel, los ojos, la nariz…pero ser distinta y sentirse distinta son dos cosas que no tienen por qué estar relacionadas. Ser distinta es un hecho cultural y diferencial. Todos los somos, incluso dentro de la misma cultura uno se puede encontrar gente diferente a sí mismo en la forma de pensar, de observar las cosas, de juzgarlas etc. Ser físicamente distinto es también algo natural porque todos somos conscientes de la pluralidad étnica de nuestro mundo. Lo que sorprende al extranjero es sin duda el sentimiento que crece en su interior de ser distinto. Es decir, vivir en Taiwan y ser tratado como "algo distinto" es impresionante y algo a lo que no me he acostumbrado a lo largo de esos años. Es increíble que niños de 3 o 4 años te señalen con el dedo y digan "un extranjero". Pero más increíble es que cuando uno va en el metro o en el autobús, nadie se siente en el asiento de al lado. Por muy lleno que se encuentre el autobús, ese asiento se quedará vacío. Los extranjeros somos como "demonios", gente distinta, gentes que parecen tener un mal espíritu. Un chino no se imagina que el extranjero puede hablar su lengua, y por lo tanto puede entenderla, y no se lo imagina porque siente que su lengua es difícil, y lo es, y es un coto cerrado para un extranjero, un wai kuo jen, es decir, una persona de "un país de fuera". Un chino es especialista en decir lo que un extranjero quiere oír. Después de la sorpresa de escuchar a ese wai kuo jen hablar en mandarin, el chino alabará al extranjero porque "habla muy bien" la lengua nacional. Esto agrada a cualquiera, pero en seguida uno ve el dorso de la moneda cuando el chino pregunta hasta la saciedad qué es lo que el extranjero ha querido decir ya que no lo entendió. Toda una contradicción para nuestra mente occidental.
         Ser extranjero en Taiwan es sinónimo de venir de los Estados Unidos. Existen los países orientales como Japón, Corea y otros, pero para un taiwanés, una cara occidental equivale a ser estadounidense. Y por eso, cuando uno va al mercado, compra algo, se sube al autobús y en general, en la vida diaria, observa la preocupación del chino porque "se acerca" un extranjero y por lo tanto hay que esmerarse en hablar inglés. Por cierto, que cuando uno va a comprar, también siente que le engañan en los precios, puesto que el chino vive en la creencia de que el estadounidense tiene mucho dinero y por lo tanto el extranjero sufre un gran "movimiento" en su bolsillo sin razón ni causa justificada. Y cuando uno dice que no tiene tanto dinero y que no es estadounidense te dicen en seguida "pu iao ke chi", algo así como no "seas tan cortés o educado o cumplido". Una respuesta, sin duda alguna, que sorprende.
         Ser extranjero en Taiwan es vivir cada día con la diferencia, aprender a ser diferente y ser tratado como tal. Es difícil ser extranjero y sentirse como tal, pero es bueno adquirir un amplio sentido del humor y dejar las cosas pasar. Y junto a la diferencia que marcan los chinos, se da la paradoja que ellos mismos muestran: un trato bien amable y cortés hacia el extranjero. Algo increíble para un occidental, ser odiado y ser acogido a la vez por ser extranjero. Hacia el extranjero, el chino se mostrará educado, amable, atento, un extranjero es por eso, paradójicamente, bien tratado en Taiwan. No suele ser así entre los chinos. Entre ellos el trato es áspero, rudo, indiferente.
         Entre los occidentales es normal apretarse las manos o darse uno o dos besos o un abrazo. En Taiwan no existen esas demostraciones de cariño o afectividad. Y mucho menos en público, aunque algo va cambiando y ya las parejas se besan en la calle y se toman de la mano.
        Para un occidental esto es extraño, y mucho más para los que procedemos de la cultura latina llena de expresividad, euforia, pasión…nos gusta tocarnos, eso es algo connatural a nuestro ser, a nuestra identidad. La herencia cultural del mediterráneo es así. Y así nos ven los chinos: "Ah los italianos y los españoles son muy efusivos, muy "cálidos", muy románticos…". Y estoy convencida de que a ellos les gusta, pero no lo hacen, sienten ciertas barreras históricas y culturales.
         Cuando uno vive con chinos es como "adentrarse en un mundo totalmente desconocido". Es difícil conocer a un chino. Nunca lo lograremos ni por muchos años que vivamos con la misma persona lo conseguiremos. Un chino es una caja de sorpresa diaria. Una nunca sabe por dónde van a salir a diario. Sus reacciones, sus manifestaciones, sus pensamientos, su modo de entender…todo es imprevisible. No hay nada establecido. Es una cultura flexible que se adapta a la mejores o a las peores de las circunstancias.
         Vivir con un chino es despertar cada día a la novedad. ¿Qué ocurrirá hoy? es una pregunta que forma parte de la rutina diaria. Y es que lo que ayer era blanco hoy puede ser negro, lo que ayer estaba a la izquierda hoy puede pasar al otro extremo. Y todo ello con la mayor naturalidad del mundo, sin hacer grandes esfuerzos. Lo que antes era A se convierte en B ante la mirada perpleja de un occidental que se toca la cabeza y da un tirón fuerte del pelo para repetirse a sí mismo que todo esto es un "disparate", una locura, algo sorprendente e inconcebible. Por eso tal vez, pensando en positivo, siento que es algo bueno que los seres humanos seamos distintos y así nos podemos complementar. La dificultad radica en que la complementariedad es difícil, si bien el símbolo del taoísmo integra precisamente lo negro y lo blanco de modo que en lo blanco hay algo de lo negro y viceversa. Las fuerzas negativas y positivas tienen también algo de la otra en su ser. Y siento que de ahí puede venir todo el desorden cultural al que nos enfrentamos cada día en esta cultura. Desde ahí justifico la flexibilidad, los cambios, el pasar de un extremo a otro con tanta facilidad. Y cuando me refiero a estas "contradicciones" para mi mente occidental, no solo me refiero a las cosas que cambien de sitio, me refiero a las expresiones, a lo que se dicen, a las palabras. De modo que ante un occidental, el chino es un "mentiroso" por decir una cosa y después desmentirse con una gran facilidad. No creo que sea cuestión de mentira, es una cuestión más profunda que hunde sus raíces en la cultura, una cultura milenaria y antigua como ninguna otra. Y una cultura que para un occidental se ha quedado "estancada", es algo como que no hubiera evolucionado, repite los ritos y tradiciones milenarios sin ningún tipo de transformación o cambio. En el libro "el hombre feo chino" y en él el autor Puo Whu Iang decía que a pesar de tener 5000 años de civilización, la cultura china ha pasado 4000 años en plena guerra. El paso de una dinastía a otra es un caos. Se necesitaban 20 años para consolidar una dinastía, después de la consolidación llega la corrupción, la inestabilidad, la guerra, las masacres y la pobreza, algo que siempre deja huellas de inseguridad y ansiedad. Para Confucion, "al menos que los beneficios no sean del 100%, no merece la pena hacer una reforma". Y el mismo autor decía que la cultura china estaba condenada a un ciclo interminable de retroceso y recuperación, con lo cual nunca avanzan.
         Vivir con un chino es armarse de paciencia y de tesón. Un chino es rápido, listo, nos dan "cien vueltas", y siento que ese dicho que se aplica con tanta naturalidad, "te engañaron como a un chino" no lo es tal. Ellos si que nos engañan a nosotros y sin darnos cuenta, cuando uno descubre y observa que está en el engaño suele ser, por lo general, tarde para dar marcha atrás.
         Vivir con un chino es experimentar que la cultura cristiana que "hemos mamado" en occidente, está ausente en esta cultura dominada por el budismo y el taoísmo. No hay muestras ni rastro de algún signo cristiano. Mas aún, predominan las huellas culturales e históricas en las reacciones y en la convivencia diaria. Un chino sabe que la venganza es un tesoro preciado en su cultura. Uno de los valores culturales. De modo que si hoy ha pasado algo entre dos personas, es posible que al cabo de los días, la persona que "quedó mal" le haga pagar a la otra su actitud. Podríamos suavizar la expresión venganza y utilizar otra menos fuerte para nuestros oídos occidentales, tal como "rencor" y otras parecidas, pero la reacción no es de rencor, uno observa que hay más, algo más profundo que se mueve en el interior de la persona y que explota en un momento que uno no se da cuenta. Venganza como forma de limpiar la imagen, de no perder la famosa "faz" de no quedar por debajo, de no perder el prestigio. Es inconcebible para nuestra mente occidental, para la oriental no lo es así. Unido a ello, un chino no reconoce sus errores pero sabe que los hace, y por eso procura encubrirlo para que no se note. Cometen diez errores para cubrir uno. Después de una pelea un chino no tiene capacidad para pedir perdón y estrechar la mano del otro. Entre ellos son los peores enemigos.
         El cristianismo, tomado como filosofía o como religión y creencia, ha influido y determinado nuestra mente occidental, nuestro comportamiento, nuestras actitudes hacia los demás. Queramos o no es algo que se nos "ha colado" en nuestro ser, en nuestra persona, nuestro modo de situarnos y comportarnos, de elegir y optar, de valorar las cosas, y sobre todo de relacionarnos con el otro. Un occidental tendrá en cuenta la opinión del otro, no sin grandes esfuerzos, pero pensará que vive con otras personas, que se relaciona con los demás, que no está solo. Ya nos hemos referido al perdón, pero también nos podemos a compartir, a intercambiar nuestras cosas, a confiar en el otro. El chino es tremendamente desconfiado, no cree nada de lo que otra persona le dice, es amigo de intrigas y sospechas. Un occidental tiene que estar siempre preparado para presentar pruebas objetivas y claras de lo que está diciendo, de lo que le ha pasado, de algo que ha vivido, que ha visto, o lo que sea. Tal vez por eso que el concepto de "amistad" se reduce a la mínima expresión en esta cultura, no hay una confianza mínima para poder decir algo o comentar algo con otra persona. Y además uno corre el riesgo de que lo que ha dicho puede verse tergiversado, puede cambiar a favor del otro, nunca a favor del emisor, siempre del receptor. Un occidental pensará en las consecuencias de sus actos, medirá lo que hace y siempre emitirá un juicio más o menos moral de sus acciones. Un oriental no, para un oriental la cosa es sencilla y simple: "wo pu kuan", que vendría a significar algo así como "me es indiferente", "me da igual".
         Vivir con un chino es observar precisamente el control que éstos tienen sobre sus reacciones y sentimientos. No tienen facilidad para manifestar o expresar nada hacia fuera, manejan un estilo indirecto y un medio tortuoso y lleno de curvas en las relaciones interpersonales. No son directos, no son claros, no expresan su opinión ante una cosa, un objeto, una persona o un acontecimiento. Y es precisamente por eso que cuando tienen algún problema de relación pasan con facilidad al otro extremo, incluso pueden llegar a las manos, a la violencia física. De una frialdad impresionante pueden pasar a una gran pasión. Uno puede justificar esta actitud en las peleas y enfrentamientos que suelen ser muy comunes en la cámara del congreso, entre los diputados de los partidos. Esto puede sorprender a un extranjero, y a la vez, es una de las noticias que siempre se reproducen en occidente, no falla, en los informativos españoles se recoge la imagen de este enfrentamiento. Es lamentable que esa sea la imagen de Taiwan. Pero en general, el chino siente afán por discutir ociosamente y se caracteriza por las luchas y riñas entre ellos. Si dos coches chocan en la carretera, no se dirá más que una frase: ¿estás ciego?. En general los chinos son subjetivistas y piensan en ellos mismos. Pensar en el otro es gastar energías inútilmente.
         Otra cosa es el trabajo y las relaciones laborales. En el mundo laboral como en el estudiantil, la competencia es tremenda. Ya hemos hablado del individualismo. Los chinos, cada uno por su lado pueden producir mucho, pero juntos no producen nada. Carecen de espíritu de colaboración y equipo y por lo tanto de cooperación. No pueden animarse entre ellos. El ideal de empleado chino es: obediente, ingenuo y sin imaginación. El que tiene ideas propias es peligroso. Por eso el chino ha desarrollado la falta de crítica, y sin capacidad de critica un chino comete muchas veces el mismo error. La estrechez de mente y la intolerancia dan como resultado una personalidad en continuo desequilibrio entre dos extremos: el complejo de inferioridad por un lado y la altanera arrogancia por el otro. Un chino con complejo de inferioridad desarrolla una mentalidad de esclavo y con complejo de superioridad es un tirano. Los chinos son admirables por su eficacia y por su capacidad de sacar una cosa de la nada. Hacen milagros. Pero no son capaces de mantener una actividad mucho tiempo.
        Los niños compiten en las escuelas en las que no se enseña moral o valores. La esposa del autor del "hombre feo chino", intentó dar clases de valores, pero los alumnos le pidieron que les enseñara como conseguir los mejores resultados. En las escuelas los niños no tienen nombre, son números, en general, el de la matricula. El trato que le brindan al profesor es ejemplar si comparamos con sociedades occidentales. El profesor nunca se equivoca, siempre tiene razón. El profesor puede pegar a sus alumnos en la mano con una vara, puede mandarle otros castigos, etc. Aunque esto va cambiando y cada vez más familias protestan cuando pegan a sus hijos en la escuela.
        Los niños no viven su infancia ni adolescencia preocupados en sacar el examen de acceso a la universidad. Cuando llegan a la universidad se "desquitan" de la experiencia vivida y es increíble entonces para un occidental, ver a jóvenes universitarios "perdiendo" el tiempo en las aceras de los campus universitarios, bailando o haciendo otras cosas parecidas.
         Un chino no tiene sentido de la estética. Al extranjero llama la atención los edificios tan feos que se alzan en Taipei. Y debido principalmente a la humedad tan fuerte, los edificios se recubren por fuera con azulejos, de modo que parece que siempre observáramos las paredes de un cuarto de baño.
         Para acabar este capítulo me gustaría decir algo en relación a la influencia de Confucio en esta sociedad y cultura. Creo que su influencia es mayor de lo que nos podemos imaginar o pensar y ello debido a la proximidad entre el taoísmo y el Confucionismo. Cómo pensaba Confucio de la mujer, por ejemplo, es algo que hasta hoy influye en la sociedad y en la mentalidad y el pensamiento chinos, si bien, para fortuna de las mujeres chinas, la situación va cambiando. Confucio decía que "una mujer sin talento es una mujer virtuosa". Entre las razones que se enumeran para dejar a una mujer se haya la esterilidad, el que sea una charlatana, que desobedezca a los suegros (en general, en China, el hijo mayor debe rendir honores a sus padres, por lo tanto es a quien le corresponde el gobierno de la familia y el cuidado de los mayores y eso incide en la esposa porque es en realidad la que cuidará de los suegros, tiene que trasladarse a vivir con ellos y "aguantar" las manías de la suegra quien la tratará igual de mal que la trataron a ella cuando era nuera)…La mujer no era valorada puesto que no servía para nada, no servía para el trabajo del campo y no era la trasmisora del linaje. Lo único que hacía era venerar los espíritus de los antepasados. El atractivo de una mujer queda reducido a lo externo: el perfume, el adorno, el vestido. Por eso la mujer se sometía al martirio de los pies vendados desde los 5 a los 10 años. En realidad era un fetiche sexual puesto que los pies se correspondían con el estrechamiento vaginal para incrementar el placer del cónyuge. Pero era una tradición que demostraba lo irracional de la cultura, una práctica inhumana.
         En general son mis reflexiones, basadas en mi experiencia de 10 años. Tal vez muchas de estas cosas que me impresionaron ya no existan en Taiwán porque la transformación de estos años haya hecho que todo eso haya cambiado. Desde luego en mi experiencia personal queda unos años vividos en una cultura tan distinta que siempre me sorprendía y me mantenía en un continuo estado de shock: la ambigüedad de las leyes, el compadreo, las tramas en la política, la falta de sinceridad, la manipulación sin el uso de la razón, la flexibilidad contradictoria, la obtención del rendimiento mediante la fuerza del contrario, porque el otro es un enemigo, el desorden, la suciedad, la falta de ideas concibiendo todo bajo su aspecto práctico…
         Personalmente considero una riqueza el haber convivido con esta cultura que tanto me ha ayudado a comprender que hay otros mundos, otros modos de concebir la vida, el hombre, el tiempo…Me considero privilegiada por haber sido enriquecida en todo con una vivencia tan profunda y directa. No ha sido algo teórica mi presencia en Taiwan, sino real y viva. Pero considero que para un occidental hay dificultad para acomodarse en lo personal a las concepciones que ellos tienen sobre el tiempo y el espacio y los valores tan diferentes que acentúan en nosotros un vertiginoso extravío en las relaciones interpersonales y en la situación personal de estar en otro mundo y en otra sabiduría. La dificultad de vivir en esta cultura comienza desde el mismo día que uno se pone a estudiar chino. Y en esa capacidad tan extraordinaria que tienen los chinos para memorizar tantos caracteres uno se da cuenta de que la cosa es distinta entre occidente y oriente, que la memorización está bastante reñida con la racionalización, las ideas propias, el pensamiento personal y subjetivo.
         Es indudable que todo lo que he expuesto no es más que mi opinión y vivencia personal. Es por lo tanto, posible y probable que todo ello esté cargado de mucha dosis de subjetividad, pero es bueno hacer un análisis de lo vivido en otro país y otra cultura. Considero que el ser humano debe experimentar el encuentro con otras culturas a fin de aprender a respetar lo distinto y a valorar mucho más lo propio. Esto, entre otras cosas, claro está.

    mayte@aered.net

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